tomada de flickcr.com
Hace algún tiempo, no muy lejano, esta bloggera pasaba las tardes de los sábados de modos muy distintos. Su novio, el músico que le ha arrancado las notas más dulces a su corazón, pasaba por ella tras las clases de coro, la tomaba de la mano, la abrazaba en una caminata bajo el solcito tibio de las 4:30 de la tarde... (aunque ha decir verdad el solcito en Turri no suele ser muy tibio... pero permítame la "licencia poética")
En el camino nos abrazábamos, nos besábamos... o simplemente caminábamos el uno al lado del otro, conversando alegres, pensando en helados o en el cafecito donde Ita, mi abuelita (a quien tanto extraño) quien nos recibía alegre, sentada en su gran sillón con su bastón de matrona, o mejor aún de matriarca de nuestra familia.
Esas tardes pasaron, pero por favor permítamen el recuerdo y la invocación anhelante de las mismas. Esas tardes no volverán, pero cuando las invoco en la memoria una lágrima se me desprende de la nostalgia mientras que un aire de juventud me entibiese el alma. Son los recuerdos de una época feliz, que retrocediendo un poco más me llevan a una niñez de agua azucarada y carcajadas en las faldas de mi abuela, me lleva a la inocencia feliz que tan pronto quedó atrás.
A mi Fuan lo espero con ansias, a mi Ita la extraño en el alma. Cada uno de ellos vuelven cada día a mi lado de maneras muy distintas, pero ambos me llenan de amor, tanto el recibido como el que les deseo entregar.
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