Por Rodrigo Carazo Odio
Costa Rica ha vivido épocas duras derivadas de la ilusión y las promesas: un
ferrocarril que se entregó a sus constructores por lustros y que cuando más
se necesitaba era chatarra.
Muy niño, tuve la suerte de participar oponiéndonos a las Compañías
Eléctricas, nacidas para traer luz a Costa Rica y que a pesar de ser negocio
para sus dueños –empresa extranjera– jamás impulsó la superación social de
nuestro pueblo.
Esos ejemplos podrían ser acompañados por muchos otros.
Hoy, cuando el país logró comprender que la riqueza no surge solo del poseer
recursos, sino particularmente de saberlos usar en beneficio de todos, nos
viene el TLC: 22 capítulos en los cuales se destila la absorción del país
por las grandes empresas.
Desaparecerá el que seamos propietarios de la infraestructura de
comunicaciones y de electricidad, aunque se diga que no se privatizan. Se
impone el famoso Consenso de Washington que tiene más de Washington que de
Consenso; se negocia con base en ideas ajenas diciendo sí a lo que se nos
impone, con total desconocimiento de los alcances del TLC convertidos en
mandatos importados; se abre el comercio libre a lo que desde 1924
descubrimos que era una piratería mundial: los seguros comerciales;
desaparece la banca nacional argumentando que ahora los bancos privados
abren más horas sus puertas pero ocultando que cierran casi en su totalidad
los créditos para el desarrollo; nos desean atraer argumentando que México
exporta hoy más mercancías, pero ocultando que el hermano país ha exportado
millones de seres humanos que han perdido sus oportunidades de trabajo en la
patria y las buscan en patria ajena, sufriendo todo lo que ya se sabe. Se
nos oculta lo que dicen los Notables de que el "TLC no significa para
Estados Unidos ninguna modificación sustantiva en su institucionalidad" en
tanto "compromete al país a la realización de cambios institucionales
sustantivos" ya que la "Ley de implementación aprobada por el congreso de
aquel país señala expresamente que las leyes ordinarias, federales y
estatales, prevalecen sobre el tratado".
Nos limita el TLC el dominio de nuestros mares y sus riquezas pero Estados
Unidos define en el tratado lo que desea y le conviene.
Nos quitan el acceso propio a decenas de miles de kilómetros cuadrados de
mar jurisdiccional.
Esos 22 capítulos del TLC constituyen una realidad y sorprende que se nos
hayan impuesto así como estan.
Me niego a renunciar al derecho a que Costa Rica sea Nación y abogo porque
con los señores del Norte seamos siempre sus amigos, pero jamás que
aceptemos ser su propiedad.
La lucha es de corazón, no es ideológica, es costarricense.
En diciembre de 1993, La República tuvo la gentileza de publicar un artículo
en el que afirmé que la habilidad del Presidente Clinton había transformado
la "parroquial América" en el mercado más grande del planeta: el TLC
agregué, suscrito con euforia por México con Estados Unidos y Canadá, debe
ser observado con cuidado por los costarricenses puesto que la realidad
mecantilista norteamericana dirigida por una clase empresarial capaz y
agresiva, había transformado su mercado local en uno extenso y activo que va
desde el estrello de Bering hasta el Usumacinta, desde Alaska hasta la
frontera México-Guatemala.
Pero lo incluido en ese artículo no fue ninguna novedad: La Nación del 13 de
noviembre de 1996 da cuenta de lo ocurrido en reunión de expresidentes de la
República celebrado en cada de don Luis Alberto Monge en la que "con la
objeción del expresidente Rodrigo Carazo Odio, los restantes cinco
exmandatarios recomendaron la venta de bienes estatales como la opción "más
promisoria" para intentar reducir a la mitad la deuda interna y frenar su
descontrolado crecimiento".
Ahora, trece años después, México sufre su TLC, en Costa Rica se negoció el
TLC sin que los costarricenses se dieran cuenta de lo que era (hasta se
incluyen 402 páginas en inglés en ese tratado tan desconocido: -desde la
página 2124 hasta la 2526 según copia foliada y sellada por el Ministerio de
Comercio Exterior de Costa Rica –en mi poder-, en cuya página 2505 aparece
en anexo 3.3, bajo códigos 93011100 y 93011900 respectivamente según su
descripción "Self-propelled artillery weapons" y "Artillery weapons other
than self-propelled" con un "Arancel Base" Free en ambos casos.
Tantos años después del inicio de la negociación del TLC, se incurre en el
irrespeto a la patria de que lo negociado se aprobó en inglés y según el
Ministro de Comercio Exterior del gobierno anterior, fue archivado en la OEA
sin haber sido debidamente foliado.
Sin ser abogado, como simple costarricense, me he opuesto a ese TLC y creo
que los tribunales de mi país, respetables como deben ser, jamás lo
aprobarán.
A quienes no han leído ese TLC les llamo la atención: será posible que un
país democrático apruebe lo desconocido para que por allí transite la
Nación.
Llevo quince años de luchar por la no aprobación del TLC, en ello seguiré
para vivir con la conciencia tranquila.
Costa Rica ha vivido épocas duras derivadas de la ilusión y las promesas: un
ferrocarril que se entregó a sus constructores por lustros y que cuando más
se necesitaba era chatarra.
Muy niño, tuve la suerte de participar oponiéndonos a las Compañías
Eléctricas, nacidas para traer luz a Costa Rica y que a pesar de ser negocio
para sus dueños –empresa extranjera– jamás impulsó la superación social de
nuestro pueblo.
Esos ejemplos podrían ser acompañados por muchos otros.
Hoy, cuando el país logró comprender que la riqueza no surge solo del poseer
recursos, sino particularmente de saberlos usar en beneficio de todos, nos
viene el TLC: 22 capítulos en los cuales se destila la absorción del país
por las grandes empresas.
Desaparecerá el que seamos propietarios de la infraestructura de
comunicaciones y de electricidad, aunque se diga que no se privatizan. Se
impone el famoso Consenso de Washington que tiene más de Washington que de
Consenso; se negocia con base en ideas ajenas diciendo sí a lo que se nos
impone, con total desconocimiento de los alcances del TLC convertidos en
mandatos importados; se abre el comercio libre a lo que desde 1924
descubrimos que era una piratería mundial: los seguros comerciales;
desaparece la banca nacional argumentando que ahora los bancos privados
abren más horas sus puertas pero ocultando que cierran casi en su totalidad
los créditos para el desarrollo; nos desean atraer argumentando que México
exporta hoy más mercancías, pero ocultando que el hermano país ha exportado
millones de seres humanos que han perdido sus oportunidades de trabajo en la
patria y las buscan en patria ajena, sufriendo todo lo que ya se sabe. Se
nos oculta lo que dicen los Notables de que el "TLC no significa para
Estados Unidos ninguna modificación sustantiva en su institucionalidad" en
tanto "compromete al país a la realización de cambios institucionales
sustantivos" ya que la "Ley de implementación aprobada por el congreso de
aquel país señala expresamente que las leyes ordinarias, federales y
estatales, prevalecen sobre el tratado".
Nos limita el TLC el dominio de nuestros mares y sus riquezas pero Estados
Unidos define en el tratado lo que desea y le conviene.
Nos quitan el acceso propio a decenas de miles de kilómetros cuadrados de
mar jurisdiccional.
Esos 22 capítulos del TLC constituyen una realidad y sorprende que se nos
hayan impuesto así como estan.
Me niego a renunciar al derecho a que Costa Rica sea Nación y abogo porque
con los señores del Norte seamos siempre sus amigos, pero jamás que
aceptemos ser su propiedad.
La lucha es de corazón, no es ideológica, es costarricense.
En diciembre de 1993, La República tuvo la gentileza de publicar un artículo
en el que afirmé que la habilidad del Presidente Clinton había transformado
la "parroquial América" en el mercado más grande del planeta: el TLC
agregué, suscrito con euforia por México con Estados Unidos y Canadá, debe
ser observado con cuidado por los costarricenses puesto que la realidad
mecantilista norteamericana dirigida por una clase empresarial capaz y
agresiva, había transformado su mercado local en uno extenso y activo que va
desde el estrello de Bering hasta el Usumacinta, desde Alaska hasta la
frontera México-Guatemala.
Pero lo incluido en ese artículo no fue ninguna novedad: La Nación del 13 de
noviembre de 1996 da cuenta de lo ocurrido en reunión de expresidentes de la
República celebrado en cada de don Luis Alberto Monge en la que "con la
objeción del expresidente Rodrigo Carazo Odio, los restantes cinco
exmandatarios recomendaron la venta de bienes estatales como la opción "más
promisoria" para intentar reducir a la mitad la deuda interna y frenar su
descontrolado crecimiento".
Ahora, trece años después, México sufre su TLC, en Costa Rica se negoció el
TLC sin que los costarricenses se dieran cuenta de lo que era (hasta se
incluyen 402 páginas en inglés en ese tratado tan desconocido: -desde la
página 2124 hasta la 2526 según copia foliada y sellada por el Ministerio de
Comercio Exterior de Costa Rica –en mi poder-, en cuya página 2505 aparece
en anexo 3.3, bajo códigos 93011100 y 93011900 respectivamente según su
descripción "Self-propelled artillery weapons" y "Artillery weapons other
than self-propelled" con un "Arancel Base" Free en ambos casos.
Tantos años después del inicio de la negociación del TLC, se incurre en el
irrespeto a la patria de que lo negociado se aprobó en inglés y según el
Ministro de Comercio Exterior del gobierno anterior, fue archivado en la OEA
sin haber sido debidamente foliado.
Sin ser abogado, como simple costarricense, me he opuesto a ese TLC y creo
que los tribunales de mi país, respetables como deben ser, jamás lo
aprobarán.
A quienes no han leído ese TLC les llamo la atención: será posible que un
país democrático apruebe lo desconocido para que por allí transite la
Nación.
Llevo quince años de luchar por la no aprobación del TLC, en ello seguiré
para vivir con la conciencia tranquila.
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