viernes, 9 de febrero de 2007

Midiendo cada palabra

Me disculpan el título, pero es que esta semana me he encontrado con mis compas poetas, y conocí a Cesar, otro poeta turrialbeño, quien me recordó las penurias de pensar lo que se escribe. Llegamos al criterio de que, después de que en este andar de letras tenés una perdida literaria, dejás de pensar tanto en los detalles, y pasás a preocuparte un poco más por la fidelidad a aquella musa que te canta desde el alma.

Ya no escribo con la frecuencia que antes, y estoy muy lejos de hacerlo, pero cada vez que me sienta la intención frente a este tintero moderno, me quedo con la satisfacción de que digo lo que quiero, y no me preocupo por releer una y otra vez para encontrar las palabras precisas. Me volví más tranquila, como si escribir estas líneas se volviera parte del quehacer cotidiano, como cuando te subís a la bici y ya no pensás en pedalear… como cuando tenés ese sentimiento gigante y amorfo atravesado en las entrañas, y aunque no se puede poner en palabras, de algún modo tu mejor amiga lo entiende sin necesidad de que des más detalle que la lágrima que te rodó de repente.

Creo que lo que pasa es que le tengo mucha fe al lector, creo que quien lee tiene la sensibilidad de conocer al desconocido y profundizar en sus sentimientos sin que el poeta tenga que ser tan explicito con los detalles. A mi me gusta retar la inteligencia del lector, me gusta pintar un pequeño paisaje, para que él me coloque donde me quiera colocar, para que se encuentre a sí mismo medio oculto en las palabras de quien cuenta lo más simple del mundo, lo más común, pero con un sentimiento distinto. Me gusta hablar de lo cotidiano, por que lo extraordinario casi nunca pasa, y por el contrario, los objetos y espacios comunes de nuestros días nos marcan como a un fósil por el resto de nuestras historias…

1 comentario:

César González dijo...

Lo que pasa, niña mía, es que lo cotidiano tiene tanto de fantástico para el ojo virgen, el no educado, el no acostumbrado...
Me gusta escribir hemorrágicamente. A veces es arterial y sale la poesía roja y a chorros. A veces viene de una vena y sale casi negra y a borbotones... y muy pocas veces me pincho un dedo con una espina y sale la poesía desde el capilar más fino. A veces sale solo sangre sin letras... qué le vamos a hacer.
El otro domingo estaba con mi esposa en el parque central y te vi tocando. Primero recorriendo España y luego Puerto Rico...
Cuando las cosas dejan de ser meros acontecimientos y se convierten en la continuación de una simbología, entonces crece una maravilla. Saludos.