Hay ventanas que me niego a abrir.
Hay dolores demasiado dolorosos para ser escritos.
Hay ventanas que me niego a abrir.
Hay dolores demasiado dolorosos como para que sean nombrados.
Hay ventanas que me niego a abrir.
Hay dolores demasiado tristes para ser palabra.
Hay ventanas que me niego a abrir.
Hay dolores que se estampan en el alma y aunque, intangibles, permanecen.
Hay ventanas que no voy a abrir.
Hay dolores que germinan y florecen,
que se transforman de semilla a planta,
de planta a flor, de flor a miel...
pero dolorosos,
pero dulces,
pero tristes,
pero germinan,
pero hay ventanas que me niego a abrir.